sábado, junio 17, 2006

La Muerte

LA MUERTE, ESA GRAN ATENEA


La muerte nos deshace pero también nos hace tanto individual como social e históricamente. ¿Cuántos monumentos se le han erigido con el fin de exorcizarla o cuado menos, de atenuar sus demoledores efectos psicosociales?. ¿No son las catedrales de Occidente, como cualquier otro templo de cualquier religión positiva o culto, una forma majestuosa de conmemorar la muerte?.

Toda cultura, toda civilización ha rendido tributo a esta experiencia límite de la vida, el límite final, que posibilita a su vez, el límite inicial, el origen de la vida, como bien señalaron ya los griegos , quienes fueron los primeros en nuestra tradición occidental en afirmar que la Vida y la Muerte están dialécticamente asociados y no se entienden la una sin la otra. Y es que lo real es como pensaba Heráclito, una armonía de tensiones opuestas. Por ello no se entendería la Generación sin la Corrupción (Aristóteles:”De Generatione et Corruptione”).Ya en su momento, el divino Platón, padre de la filosofía, al sintetizar el dinamismo universal heraclíteo con el fixismo eleático, nos halló la fórmula genérica del pensamiento occidental, fórmula que viene a decir que todo ser contiene en sí mismo el no ser (La Identidad y la Diferencia) y por ello puede desarrollarse, cambiar; crecer y disminuir hasta anonadarse y volver a la tierra que le dio origen. En el siglo 19 Hegel acuñó otra fórmula para denominar esta síntesis entre el Ser y el No ser, la Nada: El Devenir, que es justamente ese término medio que posibilita nuestra existencia en el mundo (ordo essendi) y nuestra representación de este mundo (ordo cognoscendi). Nuestras experiencias vitales están pues, marcadas por el devenir, que es aquello de lo que tenemos experiencia directa, no así del Ser o de la Nada, que son puras Ideas límite de nuestro vivir.

Por ello , la Filosofía Occidental ha plantado cara a la muerte intentando comprender e interpretar el sentido de la vida. Porque es de ésta de la única que tenemos experiencia. La muerte, en efecto, nos sitúa en el plano de lo inefable, lo que Wittgenstein llamaba “Lo Místico” (Wittgenstein:Tractatus lógico-philosophicus”). Y Lo Místico escapa a la representación. Quizá por ello produce tanto temor (Timor mortis) . Este espanto es paradigmático en autores de raíz enteramente cristiana como Pascal o Unamuno, quienes han intentado superarlo acudiendo a la fe en un afán irracional de inmortalidad, a todas luces contradictorio con la razón como ellos mismos reconocían. Además tanto Pascal como Unamuno son ejemplos de la tendencia del pensamiento religioso a ver en la muerte la manifestación de un misterio insondable de carácter sagrado que sólo tiene sentido cuando se cree aunque sea sin razón en un dios garante de la anhelada inmortalidad del alma.
Estamos así situados en uno de los aspectos capitales en la sacralización de la Muerte. Y este no es otro que dicha sacralización proviene de pensamientos y creencias religiosos. Sólo estas creencias pueden sustantivar de tal modo la experiencia límite de la vida hasta el punto de dar origen a un culto funerario.

Es aquí donde podemos subrayar nuevamente que la Muerte nos hace o nos constituye justamente donde el miedo se torna numinoso o divinizante. En cierto modo podríamos decir con Estacio: Timor fecit deos”, aun cuando su etiología sea múltiple en realidad y dependa de factoraes económico-sociales y políticos como la división social del trabajo, la del poder y la lucha de clases que ambas generan. Pero es cierto que el temor, que es un aliado del dolor, ha sido aprovechado por todas las religiones, sobre todo las positivas, las que han generado una metafísica institucionalizada(Gustavo Bueno:”El Animal Divino”) para reconducir el sentido de la vida del individuo atormentado por la existencia, como bien vio Nietzsche (Genealogía de la Moral): El sacerdote es el que orienta el dolor en una dirección creativa de superación moral,social y política. Según un insigne nietzscheano como Freud el sacerdote sería el que sublima el dolor creando un transmundo, un más allá de la muerte.¿ Y esto por qué?

La respuesta no es sencilla pero lo cierto es que el Hombre necesita del engaño para sobrevivir sin necesidad de verse en la obligación de hacer frente a su Libertad y a su vida sin destino ni sentido , tal como mostraron Fromm, Heidegger y Sartre. ¿Y cuál es la raíz de este engaño?: Ni más ni menos que la estructura de la Razón. Todo hombre, por el hecho de serlo necesita una Metafísica, aunque sea simple o pedestre, mundana y en definitiva no académica. Kant lo expresó con esta triple interrogación: ¿Cuál es mi origen?¿Qué puedo hacer?¿Qué puedo esperar?. Esta es la formulación kantiana de la triple agonía metafísica del Hombre, representada desde los enterramientos funerarios más antiguos (seiscientos mil años) hasta los grandes templos de las religiones positivas.

LA MUERTE: ESE GRAN NEGOCIO

Hemos visto que es consustancial al Hombre hacerse tres grandes planteamientos metafísicos estrechamente vinculados entre sí. Esto es lo que aprovechan todas las religiones para hacer negocio. Desde este punto de vista, la muerte , la gran Atenea se convierte en el supremo negocio cultural, social y político. Diríamos que en torno a ella se han desarrollado las grandes fuerzas que han contribuido a generar las grandes civilizaciones. Visto así , todos sin excepción somos productos de las religiones y de la economía de la muerte cuando ésta se enfrenta con el deseo de vida y este anhelo de existir más allá de lo fenoménico se convierte en fuente de temor de un Dios origen y fin de la existencia.

El gran negocio de la muerte no tiene, pues, solamente connotaciones psicológicas, tal y como se desprenderían de las interrogantes kantianas. El individuo no sólo se pregunta por su fin e incluso vive apesadumbrado por este desconocimiento y por el temor a un futuro incomprensible y aparentemente sin sentido, sino que paga por morir. Las compañías de seguros y las funerarias obtienen pingües beneficios de esta proyección imaginativa del ignoto futuro. Lo místico es pues un negocio social de raíz transcendental y de representación psicológica, pero no es sólo un asunto de temor individual. Crea por lo tanto una economía superabundante que en nuestra sociedad occidental contemporánea tiene sentido en el marco de la división social del trabajo y del poder. Así, los entierros de los jerarcas poseen una pompa inconcebible para un ciudadano de los llamados de a pie. También ante la muerte existen clases. Nos llega a todos pero de diferente manera. Del mismo modo, las jerarquías eclesiásticas y políticas, íntimamente vinculadas manejan el temor, el placer, el dolor, el bien y el mal y todo tipo de sentimientos y valores humanos según les convenga en cada caso. La mentira política, como la religiosa van unidas la una a la otra,si bien esta última es mucho más poderosa porque afecta como hemos visto a la raíz del ser humano. Por ello la Política intenta imitar los ritos religiosos sin llegar a conseguir alcanzar la sacra gravedad de las ceremonias religiosas. La Política decide sobre la vida o la muerte de los ciudadanos-súbditos, pero ¿Quién decide sobre el destino último de los jerarcas políticos?. Sobre todo si estos creen que poseen un alma que merece ser salvada, es decir, si aspiran a la inmortalidad. Algunos serán inmortales de hecho, fácticamente (desde la antigüedad se les han erigido estatuas y monumentos) . Para la chusma un líder puede ser un semidios, pero para el semidios político:¿Dónde está la garantía de la verdadera divinidad?.
Al fin y al cabo los jerarcas son como nosotros, como decía Deleuze(El Antiedipo) somos máquinas deseantes y deseamos principalmente obtener placer y evitar el dolor. Por eso estamos dispuestos a enriquecer al primer gurú que se cruce en nuestro camino con un código de recetas de salvación post mortem. Qué duda cabe ¡. Todos los gurús viven de la Soteriología, de dar como pensaba Nietzsche, un sentido al dolor, explicándolo mediante la creación de un transmundo inventado para dulcificar los males sin sentido de éste, el único real.

LA DOMESTICACIÓN DE LA MUERTE

Hemos de decir en primer lugar, que las concepciones sobre la muerte y los distintos modos de afrontarla dependen de concepciones psicosociales, religiosas, históricas y , en definitiva antropológicas, de las distintas sociedades históricamente dadas. En la tradición de pensamiento occidental hay dos tendencias marcadamente irreconciliables. Una, la Religiosa y otra que denominaremos laica o atea. La primera considera y utiliza la Filosofía como esclava de la Teología y subordina la Razón a la Fe. Insigne representante de este modo de pensar y uno de sus iniciadores fue San Agustín. Según Agustín de Hipona, Dios crea el Mundo de la Nada. Esto constituye una novedad respecto del pensamiento griego, al que en buena parte había seguido. Recordemos que, según los griegos clásicos:”Ex Nihilo nihil fit”. La noción de una creación desde la nada sería escandalosa para los pensadores griegos. Volvamos pues, a San Agustín, quien pretendió racionalizar el Dios creador del Cristianismo a partir de la imagen del Demiurgo platónico. Según Agustín, Dios creó el Mundo siguiendo un Modelo de Ideas existente en su divina mente. Esto por supuesto, huele a platonismo. No en vano estamos hablando de un platónico heterodoxo, porque el demiurgo de Platón no es un dios creador, sino que representa el aspecto productivo, artesanal de la Polis griega, jamás un acto de creación ex nihilo, incomprensible en un griego como Platón. Digamos además que S. Agustín es uno de los iniciadores de la Filosofía de la Historia. En“La Ciudad de Dios y la Ciudad del Diablo” distingue dos modelos de ciudad:Una la divina y otra la humana, la de los ángeles caídos. Naturalmente ambas funcionan como tesis y antítesis. Una de ellas es la de los hombres santos destinados a la salvación y otra la de los que sufrirán el castigo eterno. El Mundo de San Agustín es representación de Dios pero con presencia del mal. Así las dos ciudades luchan eternamente hasta llegar al punto omega de la Historia humana:El día del Juicio final. El individuo en Agustín, como en el pensamiento cristiano pasa de ser ciudadano como en el muindo clásico a ser persona, parafraseando a Boecio:Sustancia racional de naturaleza espiritual. La persona posee un alma totalmente opuesta al cuerpo y cuya misión es purificarse del pecado y prepararse para la vida eterna. El Cristianismo, como vemos, añade a la muerte física otra de corte metafísico que degrada la naturaleza personal del ser humano: El Pecado. El hombre puede pasar de ser Hijo de Dios a pecador, esta sensible disminución de su esencia explica en gran parte la Historia humana según el Cristianismo y en particular autores como San Agustín y en general todos los medievales.

La vía laica de preparación para la muerte


Son los griegos los iniciadores de la especulación filosófica en Occidente y también los que inauguran la concepción laica o atea del Mundo, contrapuesta a la cristiana. Para los griegos clásicos el individuo es ante todo un soma, es decir, un cuerpo que tiene un principio vital Psikhé tan material como el propio cuerpo pero más sutil. Fue propiamente Platón quien, asumiendo ideas órficas de un principio vital encerrado en el cuerpo, crea el Mito del Alma, que encerrada en la cárcel corpórea debe liberarse a través del conocimiento mediante el ejercicio de la Anamnesis para contemplar las Ideas, el verdadero Ser en todo su esplendor. El camino de la Salvación respecto del mundo ilusorio de los sentidos conlleva la catarsis. La purificación está presente pues en el pensamiento griego mucho antes que en el cristiano, y es éste último el que la toma de aquél. Así pues, purificación y catarsis son la vía más común en la preparación para la muerte en el pensamiento occidental.

Una segunda vía es la iniciada por Epicuro, y consiste en negar realidad a la muerte. Así ,en la carta a Meneceo intenta convencernos de que la muerte no es nada para nosotros, por ello carece de sentido que nos preocupemos por ella porque mientras vivimos, la muerte no existe y cuando llega nosotros ya no existimos. De esta manera la muerte pasa de ser objeto de indagación filosófica y escatológica a un mero hecho fisiológico del que no tenemos experiencia y que por tanto no debe producirnos temor.
Dicho esto hemos de señalar un aspecto muy importante de la tesis epicúrea sobre la muerte así como de otras que intentan mitigar los miedos de la existencia humana. Este aspecto no es otro que el hecho de que la Filosofía,como ya había ocurrido desde los presocráticos y con Platón y Aristóteles, pasa a ser un instrumento de liberación humana, al prepararnos para una vida buena, digna de ser vivida, que es considerada además como la mejor manera de predisponernos para una buena muerte. Este es el punto de vista de Epicuro y lo será también de Spinoza, quien ve en el pensamiento adecuado, claro y distinto del cartesianismo el modo más preciso de hacer frente a las pasiones y temores imaginarios con el fin conseguir la alegría propia de la vida digna de ser vivida. Este y no otro es el mejor camino para vencer el miedo a la muerte: La salvación por el conocimiento que ya habían predicado los Estoicos con su aceptación racional de la muerte.

Tercera vía: El Olvido del Ser

Incluimos esta temática Heideggeriana como otro modo de afrontar la muerte muy propia de la Civilización occidental, que según el filósofo alemán, ha olvidado el Ser en beneficio de los entes, de las cosas que en nuestro mundo contemporáneo son los artefactos. La Metafísica se ha anulado en técnica y tecnología. Así nosotros nos olvidamos de la muerte con nuestros artefactos, porque olvidarse del ser es la mejor manera de olvidarse de la vida y de la muerte. Ya hemos visto que la tradición de pensamiento occidental pretendió situarnos ante la vida y la realidad para preparar la muerte. Hoy esa tradición de la que es solidario el pensamiento de Heidegger se ha perdido, y no es extraño porque la noción de la muerte en Heidegger apela a una existencia auténtica que nos desvela, como en los filósofos clásicos el verdadero Ser. Para nuestro autor ,el individuo, llamado ser-ahí o Dasein es un poder ser, un núcleo de posibilidades que le vienen impuestas por su esencia, que no es otra que el factum de la existencia. Ahora bien, la muerte no es una posibilidad cualquiera sino la privilegiada, la que le revela al ser-ahí su poder ser por excelencia en el mundo. De este modo se nos revela como la posibilidad por excelencia, la que nos anticipa nuestra existencia como ser en la angustia, es decir, en el estado de autenticidad en el que el Ser aparece como lo que es, un ámbito de posibilidades de elección del individuo y no como un marco de cosas, que es la forma de aparecerse propia de la existencia inauténtica, del conducirse mediante el se impersonal (se dice... se comenta...). Ahora bien, si la angustia rompe con el se cotidiano es porque éste representa una huida hacia lo familiar frente a la responsabilidad de ser uno mismo que significa estar arrojado en el mundo y ser para la muerte (Heidegger:”Ser y Tiempo”).
Ciertamente, el pensamiento Heideggeriano, en este punto nos despierta,como Calderón de ese sueño que en palabras de Shakespeare era cuento contado por un idiota o simplemente Locura erasmista. Ese sueño cotidiano de pequeños placeres que nos hacen olvidar nuestra esencia es más real hoy que nunca. Es el que está presente en los mass media y en general en todos los reality shows televisivos. El Olvido del Ser y de la Muerte resulta desde este punto de vista, también un gran negocio, el del espectáculo televisivo. Con el fin de renunciar a su responsabilidad individual y a su libertad la chusma necesita ídolos. Por ello se aferra a lo más ínfimo e insignificante de la cotidianidad para seguir manteniendo una ilusión que la redima de una existencia miserable repleta de tópicos y valores tan falsos como sus ídolos, que, por supuesto justifican y legitiman una sociedad injusta, corrupta y degradada y una Historia donde siempre ha predominado la ley del más fuerte. En esto consiste el Nihilismo tan repugnante a los ojos del buen nietzscheano, en la repetición ad nauseam de valores falsos que sirven de instrumento de dominación, a falta de otros nuevos valores liberadores del individuo. Tras la muerte de Dios no queda nada, sólo un culto al cuerpo y a una identidad fetichizada que se exhibe desnuda en los medios de comunicación. No se trata del individuo soberano que pretendió formar la Ilustración sino del idiota burgués, y utilizamos idiota en el sentido del idiotes griego, del individuo particular aislado presa del egoismo feroz. No es extraño que el individuo contemporáneo pretenda perpetuarse exacerbando las pasiones y los placeres más bajos. Como bien decía Nietzsche en la Genealogía de la Moral:”El Hombre prefiere querer la Nada a no querer”. Olvidar la muerte es una lógica estrategia de escape, precisamente ahora que el Ser está tan ajeno a nuestra civilización y su final tan próximo.


Ángel Méndez Fernández

domingo, junio 11, 2006

(ESPOSA) Cuando estaba el rey en su reposo, el mi nardo dió su olor

De El Cantar de Cantares. No sé lo que quiere decir, ni porqué cuando paso delante de la pescadería de Gil de Jaz me pongo cachondo.

miércoles, junio 07, 2006

Que Elena cambie de sexo

Así nos libramos de Letizia. Con esta nueva ley que va a haber que se puede cambiar de sexo sólo con decirlo en el Registro Civil, Elena de Borbón podía aprovechar y convertirse en Príncipe de Asturias. Y Marichalar en lo que sea. Yo es que soy monárquico, aunque tampoco conozco a ningún otro, y no trago a Letizia. O bien Elena cambia de sexo, o bien, casi mejor, un cambio de dinastía.

domingo, junio 04, 2006

Hubo un tiempo indefinido

Nuevos tiempos (en el principio era el verbo)

Hubo un tiempo indefinido
En que fui tu pretendiente
Tú, tan perfecta de pasado
Aún no te has decidido.
Quizá en un futuro más perfecto
Hubiéramos sido unos aliados,
Pero en la dureza del presente
Temo que hayas olvidado
Aquel momento ya lejano
En que ambos a destiempo
Imperfectamente nos queríamos.
Por eso de forma nada simple
Te digo de un modo imperativo:
Amémonos nosotros
Y confía en todo el potencial
Que nosotros seríamos.